¿Es anacrónico el mensaje del Papa Francisco?

Gerardo Daniel Ramos

El sábado 25/06/2016, en el cuerpo principal del diario La Nación,
sección Opinión, p.37, salió publicado un artículo del ex presidente uruguayo
Julio María Sanguinetti que llevaba por título:
“El mensaje anacrónico del Papa”
[en línea: http://www.lanacion.com.ar/1912340-el-mensaje-anacronico-del-papa, Consultado el 28/06/2016].
El texto compendia con excelente pluma una serie de críticas que en este último tiempo se viene escuchando con frecuencia respecto del “estilo Francisco”.
Quisiera responder brevemente a sus afirmaciones y párrafos más destacados.

1) Bonafini sí, Macri no
“Un Papa que recibe deportistas y faranduleros, conversa horas con una señora Bonafini […] mientras se entrevistaba sólo veinte minutos con un recién elegido presidente argentino […]. El famoso rosario enviado a una agitadora procesada […] es el peor de los mensajes por su irrespeto a la institucionalidad cívica que suponía su gesto”, decía Sanguinetti. El Papa está expresando lo propio del Año de la Misericordia, ofreciendo cercanía afectiva a una persona que lo ha ofendido gravemente, pero que ha perdido a sus hijos, que fueron torturados y nunca supo dónde fueron tirados sus cuerpos; u ofreciendo el consuelo de un rosario a una líder social que ha sido detenida por el motivo que sea. “Estuve preso y me viniste a visitar” (Mt 25,36). Con el Presidente de la Nación el Papa tuvo el tipo de encuentro protocolar que le fuera solicitado: en la Sala de Audiencias y con el tiempo estipulado para todo presidente. No negó, en cambio, un encuentro más informal en la casa Santa Marta a quienes lo pidieron, e intuyo que si Macri lo quisiera, también lo tendría. La recepción de deportistas y “faranduleros” tiene más bien que ver con la organización de las Scholas occurrentes, o simplemente con una pastoral captatio benevolentiae, la cual no hay por qué reducir a mero populismo peronista.

2) Mejor los pobres que la clase media
“Su concepto de ‘no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida’ […]. Su visión social de ignorar sistemáticamente a las vastas clases medias, que son el cimiento de la democracia y la expresión del avance social, lo ubica en una visión primitiva de un cristianismo originario, propio de su tiempo fundacional”, decía el ex presidente del Uruguay. Para la doctrina social de la Iglesia, existe un destino universal de los bienes, y la propiedad privada debería ser fruto del trabajo mediante el cual el hombre se apropia de lo necesario para la vida suya y de su familia. Esto excluye, obviamente, las formas de acumulación y enriquecimiento ilícitas, y también supone que sobre lo habido honestamente grava siempre una hipoteca social (Pablo VI). Sobre todo cuando no existe otro modo de que los pobres accedan a lo indispensable para la vida. No podría tolerarse tranquilamente que alguien muera de hambre para que otro no vea afectada su derecho a lo superfluo, expresado esto en un patrimonio ciento de miles veces superior al de un indigente. Esto último hoy no lo toleraría una conciencia medianamente sensata. La clase media es convocada para este proyecto de mayor equidad. Es la franja social compuesta por personas que han podido acceder a una mejor calidad educativa, y a un desarrollo humano más pleno. Todo esto les permite concebir ideas y desplegar proyectos que promuevan mayor inclusión social y verdadero desarrollo para todos. Más aún, creo que son las verdaderas destinatarias de la predicación del Papa, porque son quienes más en condiciones están de contribuir a cambiar las cosas en el mediano y largo plazo.

3) El mercado es cosa de Mandinga
“En el mundo de hoy nadie puede indignarse porque ‘todo entra dentro del juego de la competitividad’, como si fuera posible una economía doméstica incomunicada, de estilo medieval. Abjurar del ‘mercado libre, la globalización, el crecimiento económico o el consumo’ es, inequívocamente, ponerse en el camino del atraso y la pobreza”, decía Sanguinetti. El libre mercado posibilitó el crecimiento de los bienes disponibles en el mundo moderno, y contribuyó a que millones de personas salieran de la pobreza. Pero en contrapartida, la idolatría del dinero banalizó bienes espirituales, humanos y culturales superiores, exacerbó los conflictos entre pueblos y personas, y aumentó la brecha entre “ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres” (Pablo VI). La ambición distorsiona y deforma el verdadero sentido de la economía, atentando contra la ecología natural y humana del planeta. El afán de ganancias en sí mismo acaba por convertirse en una especie de nueva religión secular, a cuyo altar se sacrifican o descartan diariamente ciento de miles de personas en todo el mundo.

4) Políticas migratorias irrestrictas
“Su actitud de cuestionar simbólicamente el acuerdo de Europa con Turquía, llevándose al Vaticano tres familias sirias musulmanas, no puede calificarse sino de demagogia. ¿Qué diría si en la maravillosa Plaza San Pedro, bordeada por la columnata de Bernini, se le instalan veinte carpas con miles de inmigrantes?”, decía el ex presidente uruguayo. El Papa hace muchos gestos simbólicos. También la Iglesia lo hizo a lo largo de su historia, emprendiendo iniciativas en favor del “hombre concreto, histórico y real” (Juan Pablo II) que luego fueron perfeccionadas por organizaciones privadas u organismos públicos de los Estados. Por ejemplo, las referentes a educación y salud, cuando los servicios en los albores de la modernidad eran prácticamente inexistentes. Sin embargo, muchos Institutos religiosos que “primerearon” en estos campos, oficiaron de disparadores morales en la conciencia de la humanidad. Llevando tres familias no se soluciona el problema de las migraciones y los refugiados, pero invita a un diálogo más generalizado y eficaz entre quienes pueden contribuir a soluciones más de fondo. Que hayan sido familias musulmanas responde justamente al orden de espera con documentación en regla. Si algo hizo aquí el Papa fue respectar la institucionalidad del procedimiento. Por otra parte, Francisco no compartiría la valoración estética de Sanguinetti, respecto de la Plaza San Pedro y la columnata de Bernini. De hecho instaló una imagen de la Virgen de Luján en los jardines vaticanos hecha con materiales de descarte. En este orden de cosas, me pregunto si el ex presidente no habrá querido insinuar que la inmigración extranjera podría estar arriesgando la estética racial de Europa.

Conclusión
“No soy católico y me abstengo de mirar al Papa desde esa perspectiva. La suerte de la Iglesia, sin embargo, no me es indiferente”, concluye Sanguinetti en su artículo. Es cierto que la visión de Iglesia acaba por distorsionarse cuando no se la mira desde la fe. Y lo mismo acontece con la figura del Papa, a quien hay que interpretar desde una perspectiva prioritariamente pastoral. Tal vez desde esta misma confesión final del autor del artículo es que se comprende mejor los límites de su juicio. Por otra parte, el Evangelio siempre invita a ir más allá de lo razonable. No es irracional, sino suprarracional. El magisterio pastoral de Francisco tiene por destinatarios inicialmente a los cristianos, pero también en cierto modo a toda persona de buena voluntad que se deje afectar, convocar y movilizar por un imperativo ético finalmente aceptable también para el no cristiano. No creo que esto pudiera equipararse a una nueva Cruzada, sino todo lo contrario: no es en contra de nadie, sino a favor de todos. La visión que Sanguinetti tiene de la Iglesia es la clásicamente laica liberal, en donde lo religioso debería quedar circunscripto a la esfera privada, y la barca de Pedro limitada a convertirse en simple ministerio de culto para la República.

Buenos Aires, 28/06/2016

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