
Casi a diario la Palabra de Dios sugiere, susurra, propone, corrige.
Alimenta, nutre, sacia.
Desafía, desestructura, incomoda, urge, quema.
Pacifica, perdona, libera.
…
Como quien al oído de la persona que ama sabe decir la voz correcta sin importunar.
Como quien descubre un sonido reconocible en esa voz y le permite la entrada.
Este espacio es sólo eso: hacerle más espacio a la Palabra que nos libera de tantos ruidos.