Tesoros y barros

«Nosotros llevamos un tesoro en recipientes de barro,
para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros,
sino de Dios» (2Co 4,7).

«Yo, que en mi turbación llegué a decir:
“¡Los hombres son todos mentirosos!”» (Sal 116,11).
«El que mira a una mujer deseándola,
ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,27s).

Textos litúrgicos del viernes X durante el año.

La expresión de Pablo, su contundencia, nos describe como ninguna otra palabra: somos tesoros envueltos en barro.
La vida, nuestra existencia, este presente, nuestras comunidades y sus carismas, la Iglesia misma.
Somos de barro, pero habitados por un tesoro, por una perla de gran valor.

Creo que no sería correcto caer en aquel dualismo simple que suele presentar la vida como una combinación equilibrada de barro y oro, de bien y mal.
O, peor aún, identificar el barro con lo material y el tesoro con lo espiritual.
Esos dualismos suelen ser peligrosos, no explican la realidad y mutilan el misterio.

Sin embargo, cuando caemos en el desánimo -como dice el salmo- nos convencemos de que toda la humanidad es pura mentira. Y llegamos a creer que no hay nada verdadero en el corazón humano. Nada verdadero en el mío ni tampoco en el de quien (me) hace daño.
Son esos momentos en los que el barro se nos vuelve despreciable.
Y el tesoro inalcanzable.
O invisible e irreal.

Pero Jesús, que sí conoce a la humanidad y no cae en dualismos ni en desprecios, utiliza palabras fuertes cuando revela que hay personas capaces de adulterar al hermano. Habitualmente identificamos la palabra adulterio con la infidelidad. Y no está mal. Porque somos adúlteros cuando nos volvemos infieles a esta humanidad.
Pero parece que Jesús la utiliza aquí con un sentido aún más profundo: destruir la dignidad.
El adúltero o adulterador confunde positivamente el tesoro y el barro, mezcla todo. Le da lo mismo una cosa que la otra. Manosea lo sagrado y pervierte lo humano.

Nuestro servicio de misericordia no consiste tanto en lograr que la perla de gran valor se purifique o tome distancias de todos los barros.
No sé si hay más humanidad donde hay menos barro y más tesoro. O donde los recipientes pretenden no ser de barro.
El tesoro, la perla de gran valor, seguirá siendo custodiada por este recipiente frágil.
Eminentemente frágil.
Lograr que el barro siga siendo fiel a su perla es la tarea.
Y que la perla no se desentienda del barro.