Santiago Maldonado

El Señor dijo: “Yo he visto la opresión de mi pueblo y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel (cfr Ex 3,7).

El 1 de agosto desapareció el ciudadano argentino llamado Santiago Maldonado.
Desde ese día lo buscan su familia, amigos y compañeros.
Desde ese día funcionarios judiciales y ministros del Gobierno Nacional se encargaron de embarrar la cancha de todas las formas posibles mintiendo, desinformando, acusando a la víctima y exponiendo a los testigos que el Estado DEBE proteger.
No se supo más nada de él desde ese día.
Los testimonios de la causa judicial desmienten permanentemente a los periódicos que sostienen la falsedad de las hipótesis oficiales.
Desde ese día lo buscan su familia, amigos, compañeros. Y millones de ciudadanos.

Es verdad que sería una desaparición más de las que desgraciadamente suceden en nuestro país y en nuestros barrios a la luz del día, si no fuera porque la principal sospechada es la Gendarmería Nacional, con órdenes de reprimir una protesta tan lícita como ancestral.
Es decir, por un lado hay ciudadanos reclamando derechos consagrados en la Constitución Nacional. Y, por el otro, el Estado mismo vulnerándolos, reprimiéndolos y poniéndose al servicio de los actuales dueños de la tierra a quienes muchos de sus funcionarios, para obtener algún rédito miserable, ya le entregaron irreversiblemente su alma.

¿Qué fin persigue un Ministro al negar la responsabilidad del Estado?
¿Con qué objetivo manda ejércitos de trolls a contaminar las redes sociales comparando una desaparición con otras y agrediendo a quien reclama la aparición de Santiago?

Por si es necesario aclarar, Jorge J. López fue secruestrado por “mano de obra” al servicio de Etchecolatz a quien precisamente el Estado estaba juzgando y condenando. Y quien alguna vez pasó por Ezeiza o Aeroparque habrá visto en las pantallas de ingreso la lista inmensa de personas buscadas.
Siempre la ausencia de una persona -cuanto más si es mediante violencia- es injusta, merece todo el acompañamiento de la sociedad y de sus instituciones y el respeto de los comunicadores. Y por si fuera poco, se debe dar con el paradero de esa persona.
Sin embargo, NO ES LO MISMO.
De ninguna manera se pueden poner en paralelo las estructuras del Estado con la delincuencia, por más salvaje que esta sea.
La desaparición forzada de una persona es sumamente grave.

De todos modos, a aquellos que contaminan la búsqueda y el reclamo argumentando que todo es igual, a quienes muy sueltos de cuerpo dicen que desaparece mucha gente en el país y que uno más no es particularmente grave… Bueno, para poder dimensionar hasta el fondo el dolor humano son cordialmente invitados a la Misa de Plaza Constitución donde se pide entre otras cosas y desde hace muchos años por las víctimas de la trata de personas.
Verán que un reclamo no anula ningún otro, sino que los fortalece.
No da lo mismo una cosa que otra, porque las responsabilidades son distintas.

Por eso, pedimos al Estado Nacional que cese de una vez por todas la represión en la Comarca Andina al sur del Paralelo 42° y la aparición con vida de Santiago Maldonado.