Cierto día, una dama muy atildada y que siempre entregaba su ayuda,
le habló preocupada del estado de borrachera que tenían
quienes recibían su colaboración, lo que mucho le molestaba,
porque no se preocupan por cambiar.
El cura, listo para las respuestas oportunas le contestó:
-Pero, ¡caray! ¡Es pobre y eso basta! ¡No se va a chupar con los fideos que usted me dio!