Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros». Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros (Mc 9,38-40)
Sin habérmelo propuesto, hoy me encontré participando en una de las tantas movilizaciones que, al grito #NiUnaMenos, convocó a miles de personas en todo el país.
Es muy bueno que tantas mujeres unidas reclamen el fin de una violencia que tiende a guarecerse en rincones silenciosos y oscuros.
Pero también es bueno que estén -estaban- los hijos. Uno tiende a pensar que han sido testigos de alguna forma de violencia ellos también.
Sin embargo, es mucho mejor ver a los hombres, cargando niños sobre sus hombros, haciendo parte de la marcha.
Porque el gran enemigo -creo yo- y uno de los principales motivos por los que se marcha es ese aspecto de nuestra cultura que naturaliza la/s violencia/s que se ejercen contra la mujer, cualquiera sea su edad o condición.
Se me ocurre pensar que ese papá con su criatura, sin decir le está diciendo: «eso no se hace». Y ese niño, no sólo incorporará un criterio de modo natural, sino que, marchando, militará por él.
Bueno, en ese punto, la consigna ya triunfó.
Es decir, logró modificar un paradigma cultural desde su raíz y asegurarse que se transmita en casa, como debe ser.
Cuando una sociedad se propone y logra finalmente modificar parámetros culturales estamos siendo testigos de una curva de la historia de una magnitud difícil de percibir.
Pero claro… Aun falta muchísimo por andar.
De hecho, tengo que reconocer que el lunes pasado no pude dejar de admirar la presentación de la nueva temporada de Tinelli. La «culocracia» al decir de José P. Feinmann.
Ahí los parámetros culturales -no hablemos de los morales- nos estallan por los aires. Hemos naturalizado la banalización de todo (el cuerpo de la mujer y de varón, la relación de la pareja, el arte, la política, lo sagrado) porque nos divierte, nos da placer, no nos hace pensar en los problemas de todos los días, no hace mal a nadie…
Entones creo que tenemos un problema.
Optamos por la narcotización en vez de elegir y asumir la realidad. Esa elección nos vuelve más violentos. Y ya no podremos culpar a una cultura patriarcal por la violencia contra la mujer.
Sé que hay muchos cristianos que, por pruritos de fe o desconocimiento, prefieren tomar distancia de este tipo de manifestación. Sin embargo, creo que vale la pena asumir sus consignas, aunque debamos discutir una eternidad sobre las soluciones a los problemas que casi todos vemos con claridad.
Muy interesante..Creo que es dificil erradicar la violencia aunque no es imposible.En mi caso mi hogar de la niñez fue muy violento, en todas sus formas, fisicas,de palabras que a veces te hieren mas que un puñal, o hasta llegan a matar, silencios…esa violencia recibida sobretodo a una edad tan temprana hace que el corazon se endurezca y a veces la violencia te paraliza o hace que seas mas violento y agresivo, Como dice aun falta muchisimo por andar… A pesar de lo que me toco vivir de niña espero poder erradicar todo resto de violencia que haya en mi corazon para que mis actos sean cada vez mas libres y no actuar desde la ira, bronca, resentimiento o desde el temor.Agradezco la reflexion compartida.
Bendiciones