“Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo,
porque romperá el nuevo,
y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo“.
Lc 5, 36
Profesor Ariel Alegre
El texto aparece en una discusión de por qué los discípulos de Juan no ayunan.
Pero se inscribe en un contexto más amplio. Vienen de criticar a Jesús por comer con
Mateo, un cobrador de impuestos. El legalismo y el ascetismo contra las enseñanzas de
Jesús. La pregunta de los perseguidores del maestro es, por qué desafían la normativa, la
ley, el dogmatismo religioso, por qué desafían a Dios.
No entiendo mucho de telas, pero supongo que da para cualquiera sea el tipo.
También sé que el texto se refiere a prenda de lana. La lana nueva tira de la lana vieja y
desgastada. Por eso el remiendo deja al descubierto otros nuevos agujeros.
Dentro de todas las acepciones que tiene la escuela, una de ellas es entenderla
como una “trama vincular” donde acontece el aprendizaje. Un entramado de vínculos.
Alumnos, docentes, personal no docentes, directivos, preceptores. Todos formamos parte de este entramado, de ese tejido vincular. La escuela como trama (pedagógica) vincular, se da entre relaciones. Somos un alguien más allá de lo que el título dice y nos relaciona. Yo, el otro, todos vamos a la escuela con lo que somos. Y nos vinculamos a partir de ahí. Nos pasan cosas, pensamos, sentimos. Cada uno con su mochila.
Pero ahora tuvimos, perdón, tenemos una pandemia. Aislamiento, tapabocas,
desinfección, el otro como amenaza (porque puede enfermarme). Pandemia que viene a
trastocar, a resignificar los vínculos interpersonales. No nos podemos ver (nos vamos
viendo de a poco), no nos podemos tocar, abrazar, besar, compartir un mate (que nos
encuentra con el otro). ¿Cuándo termina una clase? ¿Cuánto tiempo dura lo escolar?
¿Cuál es el límite de lo escolar? ¿Dónde y cuándo termina el rol de directivo, del docente,
de la escuela? ¿Dónde y cuándo se da el aprendizaje?
La pandemia es la polilla que viene a romper el tejido, que viene a romper la trama
vincular. Entonces habrá que poner esfuerzos nuevos, fuerzas nuevas, hacemos mucho
para sostener tantas cosas al mismo tiempo. Tensiona lo nuevo y lo viejo. La escuela se
vuelve lugar de tensión. Y aparecen los agujeros. Si la escuela era una estructura, la
pandemia la desarticuló. Hay estructuras que parecían sólidas y al final no las son. Hay
piezas de esas estructuras que están soportando más peso que antes. Hay enojos,
cansancios, malestares, esfuerzos nuevos. El espíritu de la escuela de la prepandemia se
ve quebrantada. Habrá que repensar entonces la escuela. Habrá que volver a construir el entramado, el entretejido.
Pero Jesús advierte “ojo que el remiendo nuevo hará que se note, que tire de lo
viejo, que no quede bien”. La pregunta es, entonces, ¿cómo está la trama institucional?
La pandemia fue como correr el velo (en el templo de Jerusalén el velo cubre el
lugar santo), y vimos lo que hay. Vimos lo sagrado. O lo que creíamos era lo sagrado. Se
corrió el velo y vimos lo que habíamos idealizado de la escuela. Vimos y vemos lo que
somos. La tela nueva es lo ideal. La tela vieja, los agujeros, es lo que somos. ¿Cómo
reconstruimos la trama institucional?
La tela nueva tirará de lo viejo, pero es necesaria para el futuro, para el después.
¿De dónde la sacamos? ¿Dónde encontramos telas nuevas? ¿Qué habrá que tejer de
nuevo? ¿Habrá que seguir tejiendo del mismo modo que antes?
En algunos lugares estamos remendando. Y el remiendo se nota. El remiendo no
soluciona el desgaste de lo viejo. Esto es lo que tenemos. Esto es lo que somos. No es
mucho. No es poco. No es todo.
¿Qué podemos hacer? Un montón. Prestar atención: al que tenemos al lado, al que
no viene, al que se va, mirar a los ojos, mandar un mensaje, volver a construir lazos que
humanicen, no juzgar de antemano. Acompañar las búsquedas, los procesos: nos estamos adaptando todos a lo nuevo, habrá que tener paciencia. Estar cerca del alumno, del colega, de los directivos, del que nos encontremos en el pasillo. Abrir nuevos horizontes: proponer y escuchar propuestas. Ser y hacer parte del entretejido nuevo. Y por último se me ocurre, testimoniar, a la manera de Jesús: todos tenemos alguien frente a nosotros como referentes, y todos somos al mismo tiempo referentes para otros. Por eso es importante testimoniar comprensión, acompañamiento, humanidad, vida, contagiar la alegría de estar caminando juntos en esto, reconocer que todos buscamos reconstruir el entramado escolar.
Sin embargo, la pandemia es un tiempo propicio. Es una oportunidad. Es momento
de construir lo nuevo. ¿Qué nos encuentra en el colegio? ¿Qué fuimos tejiendo en este
tiempo? ¿Qué agujeros fueron apareciendo? ¿Tenemos telas nuevas para remendar?